domingo, 10 de agosto de 2014

La cronología acústica de Cecilia Toussaint


La sirena de trapo del rock mexicano convocó a un concierto para hacer un repaso a sus más de 30 años en escena titulado “Cronología acústica” en el Teatro de la ciudad de México “Esperanza Iris”. Hace cuatro años ya del memorable concierto “Línea del tiempo” en el que por cuatro horas desgranó un repertorio muy completo con invitados de lujo en el Teatro Metropólitan. En esta ocasión el concierto fue meditado de manera diferente con una calidad asegurada, como cada presentación que ofrece.

Una vez más quedó claro que Cecilia Toussaint no es una cantante encasillable, si bien fue parte de la escena del rock subterráneo e independiente a mediados de los ochenta, es también una excelente intérprete con aires de jazz, bolero y otras músicas inclasificables.

Una nueva versión de su clásico “Prendedor” con aires de blues y la guitarra acústica de su autor, Pepe Elorza, sirvieron como el preámbulo de una noche llena de buen gusto, de una energía agradable en butacas y una entrega en el escenario por parte de la portadora de una de las voces femeninas más entonadas y limpias que hay y habrá en México. Descalza durante las más de dos horas de concierto, símbolo de humildad y hasta de comodidad, Cecilia dividió el concierto en varios sets dedicados a los compositores más emblemáticos a quienes ha dado voz.


Ya con sus músicos de base: Ángel Chacón (guitarra), Juan Gedovius (batería), Giovanni Buzzurro (bajo) y Pepe Morán (piano) para el set de Pepe Elorza seguirían la magnífica “Aquí me quedo” (tan potente como en su primera versión del disco “Noche de día”) seguida de dos temas que no han sido registrados en la discografía de Cecilia: “Mar de la tranquilidad” y “El ladrón” y cerrando con “Las calles no cuentan” (incluída en “Sirena de trapo”) también con los aires jazzísticos que la familia Toussaint guarda en las venas.

En el segundo set se echó en falta al grandísimo Jaime López, quien por motivos de trabajo no pudo acompañar a Cecilia en esta celebración. Los temas elegidos fueron “Tres metros bajo tierra” (en su versión de “Acoso textual”), “Adiós a los dioses”, “No me dejes en Siberia” (de “Tírame al corazón”), “¿Qué más puedo decirte del mar?” (todos estos temas muy vigentes en los conciertos de sus últimas etapas) y “Sácalo”, una de las favoritas del público a pesar del paso del tiempo. Al cierre de ésta se notaron fallos en las bocinas que la hicieron una versión imperfecta.

Inmediatamente los músicos de Cecilia salieron de escena para dar paso al gran José Manuel Aguilera, ambos llenaron el escenario en la que fue sin duda la parte con más fuerza del concierto. “Aire”, canción escrita para el disco homónimo de Cecilia del año 2001 fue la elegida para abrir la sección, seguida de “Garzas” (incluida en el disco más reciente de La Barranca “Eclipse de memoria”), “El cometa” (de “El fuego de la noche” de La Barranca), “Caracol” (ésta sí de la discografía de Cecilia), “Animal en extinción” (que como lo han expresado en algún otro concierto en tono de broma es su mayor éxito juntos, incluido en “Denzura” de La Barranca) y un bis para una canción que les queda como anillo compartido: “Centella” (de “Providencia”, también de La Barranca). La participación de Cecilia como segunda voz en los discos de José Manuel Aguilera ha sido tan bien lograda que los temas parecen de uno y otro intérprete por igual. Queda pendiente algún proyecto en el que registren ese repertorio tan intenso que logran juntos.


Llegados a este punto es gratificante escuchar letras tan bien cuidadas de tres grandes compositores contemporáneos de nuestro país, Cecilia ha sabido guardar un repertorio digno y auténtico. Sus músicos de base volvieron a escena junto con un piano para realizar un homenaje a la gran Consuelo Velázquez, a quien le dedicó un disco entero en 2004, quien se convirtió en una amiga que la motivó en momentos duros de su vida, confesó esta noche. De la gran bolerista mexicana interpretó “Corazón”, “Ser y no ser”, “Al nacer este día” (tema que la compositora le otorgó en exclusividad a Cecilia), “Franqueza” y “Que seas feliz”. En este set el ambiente en butacas fue muy respetuoso pero recibió aclamaciones especiales al finalizar cada tema.

Tocaría el turno a un nuevo talento, un compositor joven con quien prepara su próximo disco de estudio, cuyo título tentativo es “Faro”. Se trata de Ricardo Salvador Carrillo, quien puso guitarra y voz a dúo para los temas “Cómo no te voy a odiar”, “Amanece en Italia” y otro con título desconocido en el que invitaron al público a participar con las palmas. Una vez abandonado el escenario Ricardo volvió con los aplausos del público confesando que no tenía preparada otra canción y repitieron la breve “Cómo no te voy a odiar” con aires folk y de bolero. 
Llegados a este punto se anunciaba el final, para el cual Cecilia interpretó dos temas de otros compositores: “España” de su hermano Fernando (que lleva años interpretando en los conciertos sin haberla registrado en su discografía) y “Más que una razón” de Gabriel “El Queso” Bronfman. Quedaron fuera de esta cronología composiciones sueltas que ha interpretado de Emilia Almazán, Fito Páez o Jorge Drexler, incluso sus propias letras, pero no siempre se puede dar gusto a todos. Una vez más se ratifica la versatilidad de Cecilia, que la ha posicionado como una de las más respetables intérpretes de México, a pesar de lo cual se le sigue debiendo un reconocimiento más honesto porque es una figura irrepetible que lo merece, una carrera tan digna como actriz, cantante e impulsora de la cultura la respaldan.

Vendría un excelente cierre para un concierto con más de dos horas de duración y que llegaría prácticamente a los treinta temas, sirviendo de parteaguas para los proyectos en puerta de Cecilia: con el público de pie, volvió para cantar a capela “Me siento bien pero me siento mal” del clásico proyecto “Arpía” y después, acompañada de Juan Gedovius, quien hacía sonidos de percusión sólo con la boca, cantó “Carretera” de Pepe Elorza, no su mejor canción pero sí la que más éxito mediático tuvo a finales de los ochenta y que el público siempre pide, y por último “Corazón de cacto”, ese canto desgarrado que volvió a hacer presente a Jaime López en la voz de su mejor intérprete.